Egresada de la Universidad Javeriana (Bogotá) con práctica en derecho empresarial y fashion law. Tiene amplia experiencia en métodos de resolución de conflictos. Es socia fundadora de SEISG Legal. Correctora profesional certificada por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (España); correctora de estilo y ortotipográfica certificada por Escuela Cursiva de Penguin Random House Grupo Editorial. Conferencista y tallerista en el buen uso del español y del español jurídico.
Por: Isabel Victoria Gaitán R.
«Hay un infortunado común denominador en las profesiones que trabajan con el lenguaje escrito y hablado, como el periodismo, el derecho y otras humanidades: por el simple hecho de usar permanentemente el lenguaje, pensamos que lo hacemos bien. Pero estas no son dos situaciones directamente proporcionales»
En estas andamos: el derecho es una profesión que se ejerce a través de las palabras, pero parece que estuviera de pelea con ellas.
A ver, hay que dejar algo claro: no es que otras profesiones no usen el lenguaje hablado o escrito. El lenguaje es inherente al ser humano, independientemente de su profesión, oficio o rol en la sociedad. Lo que sí es muy cierto es que hay profesiones que se valen más de los cálculos, las fórmulas, de dispositivos electrónicos o software. ¿Pero el derecho? El elemento que materializa el derecho es la palabra en cualquiera de sus formas: el argumento, los verbos, el escrito, el discurso y cualquier otra forma de expresión con palabras.
Hay un infortunado común denominador en las profesiones que trabajan con el lenguaje escrito y hablado, como el periodismo, el derecho y otras humanidades: por el simple hecho de usar permanentemente el lenguaje, pensamos que lo hacemos bien. Pero estas no son dos situaciones directamente proporcionales.
En el caso del derecho, es más crítico porque, por ejemplo, se estudia derecho civil en los libros de los autores de la antigua Roma y se repasan las ideas políticas en los tratados de los filósofos clásicos, por solo nombrar un par de cosas. Eso es grandioso. Pero a los abogados les queda el estilacho rimbombante de aquellas épocas. Lo peor, pasan y pasan generaciones de abogados y la rimbombancia y los latinismos parecen ser los problemas más pequeños.
Problemas de puntuación, de redacción, mala ortografía, fallas en la argumentación, abuso del énfasis tipográfico, falta de cohesión en las ideas; textos largos, complejos, con poca lecturabilidad, el uso de palabras con un significado que no tienen. Esto y algo más ha sido absolutamente identificado en los escritos jurídicos por los estudiosos del idioma. Lo más triste es que también lo han identificado los ciudadanos, los usuarios de los servicios jurídicos y de la administración de la justicia.
Qué ilustrativa es la expresión ladrillo cuando las personas se refieren a los escritos jurídicos, a las sentencias, a las columnas escritas por abogados o a la profesión misma. Un ladrillo es duro, difícil de romper, de un solo color. Con muchos ladrillos se construye una pared que divide. Pues el lenguaje, o el mal uso de este, es la pared que divide a los abogados del resto de la comunidad.
No me refiero al lenguaje técnico; ese lo tienen todos los oficios. Me refiero al lenguaje común que debería usarse en una profesión que está permanentemente al servicio de la sociedad. Entonces, el resultado es que:
Así que mi invitación es, ¡paremos! Paremos y hagamos consciente el hecho de que la comunicación como abogados no anda nada bien. El compromiso no es del lector, que está obligado a acomodar su cerebro para entender algo incomprensible. Es de los abogados, de entregar el mensaje de manera correcta y contundente.
Hay mucho trabajo por delante: hay que redactar sentencias que el destinatario pueda entender; conceptos y circulares que verdaderamente resuelvan las dudas; memoriales que argumenten y defiendan los intereses de alguien, en vez de confundir al juez o al árbitro; hay que escribir textos académicos que sean didácticos, claros, formadores y no un escrito pretensioso para acumular logros en la lista de pendientes.
Para poner mi grano de arena en este proceso, desde esta vitrina estaré entregando varias reflexiones y tres claves (de mi autoría) para ir depurando y mejorando, en equipo y en comunidad, el español jurídico:
Otra invitación final: seamos multiplicadores de mejora. Ayudemos a nuestros colegas a mejorar su español jurídico. Esto se trata de una construcción colectiva.
Egresada de la Universidad Javeriana (Bogotá) con práctica en derecho empresarial y fashion law. Tiene amplia experiencia en métodos de resolución de conflictos. Es socia fundadora de SEISG Legal. Correctora profesional certificada por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (España); correctora de estilo y ortotipográfica certificada por Escuela Cursiva de Penguin Random House Grupo Editorial. Conferencista y tallerista en el buen uso del español y del español jurídico.
Leave a comment